La danza circular de los giróvagos, la repetición de mantras, la recitación del nombre de Dios… son prácticas que tratan de separar al orante de lo múltiple e introducirlo en lo Uno.

Rūmī utiliza el simbolismo musical para describir la naturaleza profunda de la experiencia espiritual porque la música expresa mejor que ningún otro medio lo que sucede en el fondo de esta experiencia.  Al tratarse de un modo de comunicación no verbal, no se ve constreñida por los límites del lenguaje, especialmente los conceptuales. La música sustituye esa incapacidad de verbalizar, que suelen acusar los místicos.

Como afirma Gómez Bárcena, “El pensamiento musical de Rūmī se inserta dentro de lo que hemos dado en llamar el «pensamiento sufí de la circularidad», cuya expresión plástica más elaborada y valiosa, tanto desde el punto de vista musical como desde el simbolismo, es, precisamente, el samāʿ mawlawī. Dicho «pensamiento sufí de la circularidad», que constituye, a nuestro juicio, uno de los elementos doctrinales más singulares del taṣawwuf o sufismo islámico, halla en Rūmī, justamente, una de sus voces más señaladas. Nuestro autor enuncia las ideas de recuerdo y retorno, nostalgia y exilio, corazón de dicho «pensamiento sufí de la circularidad», a través del simbolismo del nay, máxima expresión de la figura del exiliado que, siguiendo el mandato divino recogido en el texto coránico, retorna a la matriz original en la que fue engendrado. (GÓMEZ BÁRCENA, pp 306-307).

Como la música y el mantra, la práctica del “rosario” también busca esa salida de sí y ese trascenderse a través de pasar las cuentas con alguna invocación o plegaria. Es una actividad antigua, registrada entre los fieles de Astarté y en la India.

  • El rosario con cuentas de rudrakshas, bayas silvestres del árbol sagrado Elaeocarpus ganitrus, utilizado en los rosarios shaivitas. Con su superficie áspera tienen cinco divisiones que simbolizan los rostros o lágrimas de Shiva. Los hay de distintos tipos según si lo usan solteros o casados, o si es el de iniciación; de 32 o de 108 cuentas
  • El rosario islámico (Misbaha o Masbaha o tasbih) se inspiró en este de la India. Parece ser que se utilizó primeramente en Irán, desde donde se extendió por el mundo islámico medieval. Suele tener 33 ó 99 cuentas rematada por una borla; el número de cuentas se refiere a los 99 nombres de Dios, es decir, cien menos uno, porque Él es el Incomparable, el Único; aunque también se puede repetir el nombre o una invocación como subḥān Allāh («Dios es sublime»), al-ḥamdu li-llāh («alabado sea Dios») y Allāhu akbar («Dios es grande»). Las cuentas pueden ser de diferentes materiales (madera, marfil, perlas, huesos de frutos o simplemente plástico) y colores.

Habitualmente se usa para practicar el dikr o invocación repetida dirigida a Dios, aunque también puede cumplir la función de mantener las manos ocupadas como signo de islamicidad. Es corriente, por ejemplo, encontrarlo colgado en el espejo del automóvil o en las paredes de hogares y comercios musulmanes. 

Lo importante es que al repetir los nombres, uno se concentre en el atributo del nombre y entre en un estado de conciencia profunda para lo que ayuda un ambiente relajado.

  • El rosario budista o mâla es uno de los objetos imprescindibles del peregrino budista y atributo de muchas divinidades. Está formado por 108 cuentas que simbolizan las 108 pasiones o conocimientos. Dos cuentas de mayor tamaño dividen el rosario en dos secciones de 54 cuentas cada una. Las cuentas ayudan a seguir un orden en el recitado de las oraciones o fórmulas dedicadas a una divinidad en especial. Cuando no se utiliza se enrolla en la muñeca izquierda.
  • En el Cristianismo ortodoxo tenemos el cordón de oración, lazo trenzado de nudos, por lo general realizado con lana y, a veces, con cuentas de madera, que se usa para mejorar el seguimiento del número de oraciones en la tradición espiritual ortodoxa, especialmente  la «Oración del Nombre de Jesús»: «Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mi, pecador”.

 

  • En la Iglesia católica también hay un rosario, introducido en el siglo XIII por santo Domingo de Guzmán (fundador de la Orden de los Dominicos); se divide en cinco partes de 10 cuentas cada una intercalándose una en medio. Cada una de las 5 partes está destinada a meditar en un misterio de la vida de Jesús. Y se medita cada día un tipo de misterio de los tres: gozosos, dolorosos o gloriosos. Los primeros son de la primera parte de la vida de Jesús o infancia; los segundos son sobre la pasión; y los terceros son sobre la vida resucitada y gloriosa de Jesús y María. La cuenta intercalada es para rezar un Padrenuestro y las 10 cuentas de cada misterio es para rezar 10 Avemarías. Estas oraciones son como los mantras de los católicos. Se dice que la gente sencilla alcanza un nivel de contemplación alto rezando el rosario.